Esta foto de la Tierra y la Luna la tomé yo mismo un día que salimos de excursión.
Mis hijos me decían:
-¿Cuándo pararemos, Papá?
Y yo les decía:
-De momento no estoy cansado, ya pararemos más tarde, cuando necesite un café.
Y la verdad es que al final nos fuimos bien lejos. Tuvimos un día muy despejado, claro, es lo que tiene el espacio sideral: que no hay nubes ni nada, no llueve nunca y se ve todo muy bonito. Menos mal, porque como no pensábamos llegar tan lejos, nos fuimos sin escafandra. El único que iba más preparado, el peque, que llevaba un verdugo de lana. Bueno, y la mediana, que llevaba capucha.
El pequeño nos dio más la lata y se quejó bastante. Su teléfono tenía mala cobertura.
-¡Jo., papá, todo el día viendo planetas!
-Hijo, ¿no ves que aquí no hay dónde parar?
-¡Si es que no hay más que planetas todo el rato! -reiterativo el pequeño.
-Como no nos metamos en uno…-dijo la mayor.
-No, hija, no, que entonces entre que paramos y tal, perderemos mucho tiempo.
Es que quería bajar a hacer pis, pero, oye, no sé qué galaxia era esa, que no veíamos ni un árbol contra el que pudiera remojar el crío, y claro, al chico no le daba corte ponerse ahí a mear, pero a mí no me parecía correcto.
-¡Luego, que van a pensar los marcianos de nosotros!
-Pero papá, que están todos muy lejos.
Así que estuvo un poco de morros. Con eso y con que no le gustaban las estrellas, que eran un rollo, porque eran todas iguales, que eran una cursilada.
Al final tuvimos que dar la vuelta, y casi nos perdemos, porque el espacio está un poco abandonado, la verdad, igual que te digo una cosa te digo la otra. No te encuentras un cartel indicador ni de la Vía Láctea ni de la M30 ni de nada. Pero las chicas no se dieron cuenta porque estaban cantando y jugando con el perro,, que por cierto, se mareó, porque estos perros no muy grandes, la falta de gravedad la toleran poco. Bajamos la ventanilla, para ver si se le pasaba al animal, pero, no corría un pelo de aire. En cambio se nos fue flotando en un despiste la bolsa de las patatas fritas. Eso dijeron mis hijos. Yo no probé las patatas. No sé yo…
Volvimos tarde y con hambre. Todos durmiendo menos yo, que no paré de conducir. Hubo un momento en que encendí la luz del techo del coche y los estuve mirando… Me gusta verlos dormir, lo reconozco. Me distraje y casi choqué con la Tierra.
-¡Jo, Papá, qué frenazos!
-Venga, chicos, arriba, que ya hemos llegado. No os dejéis las chaquetas como siempre.
-Ha estado muy bien esta excursión, papi.
-Si, hemos visto planetas muy chulos.
La verdad es que sí, todos muy redondos y muy majos. La lástima es no haber traído algún imán de recuerdo para la nevera.
-Tendremos que volver. La próxima vez iremos por otra zona, que ésta parte del universo ya nos la conocemos.
-Claro. Yo lo que haría es salir de la Tierra y hacia la derecha todo.
-¡Vale, venga!
Me encanta esta excursión, pero bien abrigado. La próxima vez fíjate en las figuras formadas en las constelaciones y verás el dragón, la tortuga, el tigre y el petirrojo.
¡Buen voyage!
Tienes razón. Los chicos iban sin camiseta.
Vi todos estos animales y me ayudaron a orientarme. Lástima que fue casi al final y no orienté bien la bolsa de patatas fritas de acuerdo con los principios de feng shui.